Opinión

¿Qué te parece si hablamos de emprendedores… políticos?

Aviso a navegantes: por primera vez voy a leer una ponencia, aunque todavía no sé si seré capaz porque me cuesta una barbaridad leer en público. Soy consciente que me muevo por territorio minado, y como tengo que decir tantas cosas y decirlas bien, no quiero improvisar;

Amalio Rey | 05/06/2012 14:46

por Amalio Rey | Entrada Original en su blog

Aviso a navegantes: por primera vez voy a leer una ponencia, aunque todavía no sé si seré capaz porque me cuesta una barbaridad leer en público. Soy consciente que me muevo por territorio minado, y como tengo que decir tantas cosas y decirlas bien, no quiero improvisar; así que aquí os dejo el texto de la charla que daré hoy dí este miércoles-23 en Portugalete, en el marco de #Lohacemos2012, un encuentro de emprendedores sociales que organiza Edex:

Hace un tiempo escribí un post con el título “¿Sólo trabajando levantaremos España?” en el que me cuestionaba dualidades simplistas como éstas:

  • Para levantar a este país lo que hay que hacer es trabajar…”, o sea, la crisis se debe únicamente a que somos unos holgazanes y a que tenemos demasiados derechos… y nada que ver con el diseño de la gobernanza, ni con las arbitrariedades de la banca, ni con la corrupción institucionalizada, ni con la falta de control sobre la política por los ciudadanos.
  • Los que se quejan a través de movimientos sociales son unos vagos y así no contribuyen en nada”, es decir, o trabajas como un bellaco y calladito como un buen patriota; o eres un parásito anti-sistema.

A partir de esas premisas críticas, me preguntaba: ¿Y si resulta que la auténtica solución, esa que va a “levantar a España”, pasa TAMBIEN por implicarse social y políticamente en la deconstrucción de un modelo que está enfermo? ¿Ser “emprendedor” no será también eso, o es que el Sistema prefiere tenernos distraídos jugando a los canvas y los lienzos, para que no discutamos nunca sobre las patologías de fondo?

Pues de eso voy a hablar hoy. Quiero retomar ese hilo argumental en el marco de este encuentro porque creo que es un buen sitio para darle otra vuelta de tuerca.

Y empezaré diciendo esto: Si hacemos emprendimiento social en periodismo es porque el periodismo oficial no es suficiente, y tiene graves carencias. Si hacemos financiación colectiva es porque la financiación bancaria no se alinea con nuestras necesidades. Si creamos plataformas de colaboración ciudadana es porque los espacios institucionalizados no están respondiendo a nuestras expectativas de participación. Si hablamos de emprendimiento en educación es porque existen sospechas más que fundadas de que no anda bien.

En fin, si observamos estos cuatro casos (periodismo, financiación, participación democrática y educación), uno se da cuenta que lo que falta es una visión auténticamente humanista de nuestros problemas. Y eso se debe a que tenemos un modelo que pretende resolverlo todo a través de los “sistemas de incentivos” que dicta el paradigma del homo-economicus, cuando hay mucha vida que se mueve por otros cánones.

Por eso pienso que la misión última del “emprendedor humanista” en estos tiempos es conseguir que las instituciones trabajen para nosotros, para las personas, y no nosotros para las instituciones, como viene ocurriendo. Y eso se consigue de dos maneras, y las dos son importantes y complementarias:

  1. Haciendo ver a las instituciones que, tal como funcionan, no las necesitamos. Para eso tenemos que ser capaces de auto-organizarnos mejor, que en eso estamos => Ésta puede ser una buena cura de humildad porque la indiferencia es algo para lo que los egos de las instituciones no están preparados.
  2. Entrando en las instituciones, llenándolas de activistas sociales y de gente que sí comprende los retos que tenemos por delante, para cambiarlas desde adentro.

Parece un reto ambicioso, pero eso hace que el emprendimiento social se convierta a menudo en emprendimiento político, y de ahí el título de este post. Esa mutación se produce porque entramos en un territorio en el que no nos queda otra que cuestionarnos las lógicas de poder y sus perversiones sistémicas.

Pero vamos a ser inclusivos. En estos tiempos de crisis, necesitamos más que nunca “emprendedores económicos” para generar empleo y crear riqueza. Nos hacen falta también “emprendedores sociales” para mejorar el bienestar de las personas y suplir desequilibrios. Pero permitidme añadir una tercera pata, la de los “emprendedores políticos”. Y sospecho que si tenemos buenos de éstos, vamos a tenerlos de los otros, porque la política bien hecha puede tener un impacto formidable.

Pero, a ver… ¿qué es eso de los “emprendedores políticos”? Intentaré definirlos:

Tienen los mismos rasgos de un emprendedor cualquiera, o sea:

  • Asumen riesgos por encima de la media,
  • Son innovadores en la búsqueda de soluciones, piensan fuera-de-la-caja de la Partidocracia y de los límites artificiosos de instituciones obsoletas,
  • Son perseverantes, o sea, “moscas cojoneras” con loables intenciones, que sería lo contrario de la euforia vaporosa de una manifestación de fin de semana.

Pero los “emprendedores políticos” canalizan esas tres cualidades hacia dos fines concretos:

  • un cuestionamiento de las estructuras de poder que son nocivas para el ejercicio de la democracia real, y
  • una búsqueda optimista de soluciones alternativas que vayan al fondo de la cuestión, que permitan hacer realidad el principio de justicia social.

No hablo de “emprendedores partidocráticos”, sino del ejercicio sano y legítimo de participar proactivamente en política, en esa que nos afecta a todos, y que es algo bien distinto que constreñirlo a la militancia dócil dentro de un Partido o a aparecer como candidato en una papeleta electoral.

Me decía un amigo, en plan irónico, que España debe ser el país “más ordenado” del mundo, porque aquí “se archiva” todo: Bankia, los excesos de la Monarquía, el Caso Dívar del Presidente del Tribunal Supremo, los fraudes en los déficits públicos, y un largo etcétera. Pero #yoconfieso que estoy harto de que lo ilegitimo acabe siendo “legal”. Cuando eso ocurre es porque algo apesta, porque hay que cambiar las leyes y legislar mejor. Y todo eso es un problema político.      

Empiezan a ser insultantes los privilegios de la clase política, de los altos directivos de empresas (semi)públicas y también, de la ex-clase política y de los ex-responsables de empresas financiadas con dinero de todos. Lo mismo podríamos decir sobre las ayudas a los Bancos, que más que triplican los recortes en Sanidad y Educación. Mientras tanto, la Casa Real disminuye su presupuesto en un ridículo 2%, y queda exenta de la menguada Ley de Transparencia.

Y lo peor es que esas medidas nos las presentan como algo que entra dentro de la normalidad política, porque es parte de esalegalidad ilegítimaque pretenden que aceptemos. Bueno, ¿y por qué cuento todo esto? pues porque tiene una lectura, y una respuesta, desde el mundo del emprendimiento social.

Por ejemplo, si el sistema sanitario funciona mal por los recortes, ¿creéis que la solución está en que las ONGs asuman labor asistenciaria para compensar los déficits del servicio público? Si la educación funciona peor por los recortes, ¿nuestro papel debería consistir en “poner parches” para atenuar el impacto negativo de esas carencias?

Yo creo que sí, y que no. Tenemos que trabajar a escala-micro, transformando nuestro entorno más inmediato, incluso con acciones paliativas si hacen falta porque en definitiva se trata de colectivos de personas concretas que necesitan ayuda; pero al mismo tiempo, vamos a tener que hacer activismo a escala-macro,  para contribuir a la solución de las anomalías de raíz. Las dos rutas en paralelo: trabajar en lo micro y en lo macro al mismo tiempo.

Si no es así, corremos el riesgo de que nos utilicen. Por ejemplo. Si los inmigrantes irregulares no son aceptados por el sistema público de sanidad, y pasan a ser derivados a ONGs, como una ministra del actual gobierno ha sugerido; estaremos atenuando los problemas de un grupo de personas, y eso está bien, pero contribuyendo a la vez a “normalizar” una situación inmoral. Y OJO, puede ocurrir que, incluso, nos sintamos realizados haciendo eso, es humano, porque dote de sentido a nuestras vidas, lo que al final va a generar un efecto de reforzamiento de una situación perversa.

Y lo digo con humildad, sin ánimo de dar lecciones. Sé que son dilemas complejos, que remueven lo más íntimo de cada persona, y por tanto la respuesta la tiene que dar cada uno según su conciencia, y en pleno derecho de elegir con libertad. Sólo pongo el asunto sobre la mesa, para que reflexionemos.

Sé que hay una corriente dentro del emprendimiento social que no quiere hablar de política, y que se esmera en separar la innovación social de la política.  Yo la respeto. Me parece una visión resultona, de cara amable y menos arriesgada, pero poco ambiciosa, incluso naive. Y no digo más.

Al mismo tiempo observo una tendencia cada vez más fuerte a “institucionalizar” el trabajo de los emprendedores sociales, dentro de contenedores demasiado formales y profesionalizados, lo que me genera dudas en el sentido de que puede significar una pérdida de frescura e independencia. Por ese camino corremos el riesgo de que el Sistema termine absorbiendo y descafeinando el potencial transformador de este movimiento.

La labor de vigilancia y de contrapeso a los abusos del poder resulta clave para que la democracia sea real, y eso lo tiene que asumir la Sociedad Civil para asegurarse de estar bien representada. Un proyecto que me encanta en esa línea es “Tu derecho a saber”, de GOTEO, que es un ejemplo claro de “emprendimiento social” que entra sin complejos en el territorio de “lo político”.

En fin, yo lo que digo es que si estamos luchando por la igualdad de género, por que los pacientes sean los verdaderos protagonistas del sistema de salud, por que la medicina llegue a las zonas rurales de los países en desarrollo, o por un Internet seguro para la infancia (todos éstos son ejemplos de Ashoka); que no nos olvidemos de los condicionantes más profundos, las barreras esenciales que impiden o ralentizan esos objetivos.

Y si queremos hablar del “poder transformador” de los emprendedores sociales, tendremos que llamar a las cosas por su nombre, y reconocer que esa consigna de “Vamos a cambiar el mundo, que a veces  parece agotada en sí misma, tendrá sentido en la medida que agarremos por los cuernos al toro de las perversiones sistémicas con las que tenemos que bregar un día sí, y otro también.

Por otra parte, la financiación pública a los emprendedores sociales tiene sentido cuando algunas actividades o desafíos se pueden acometer mejor por la sociedad civil, que por el sistema público. Hay muchos desafíos que cumplen ese requisito. Pero habría que ver qué actividades son esas, y regular cómo se eligen los proyectos y se financia al sector para que no se produzcan dependencias, ni favoritismos.

En un momento de escasez de recursos, en plena crisis, cuando la financiación pública se encoge, aumenta el riesgo de que veamos actitudes y dinámicas competitivas entre organizaciones de emprendimiento social. Me temo que eso ya está pasando, pero competencia y activismo social son un oxímoron. El gen de la colaboración debería estar grabado en el ADN del emprendedor social y primar sobre todos los demás.

Yo creo que la fuente de financiación más natural del emprendedor social es la sociedad civil, y el Crowdfunding puede ser la solución porque es financiación P2P, de persona a persona, que garantiza independencia, y ayuda a que los proyectos no pierdan su contacto con la realidad.

El ciberactivismo juega también un papel crucial en estos tiempos. Pero las redes virtuales sin patearse la calle es quedarse en la nube, nunca mejor dicho. Hay que bajar a tierra, y mirar a los ojos de la gente. Tenemos que ser inclusivos, porque me consta que gente que todavía no se mueve en el mundo digital puede ser muy buena activista en el analógico. Asimismo, la calle sin el refuerzo de las redes virtuales es un lujo que no podemos permitirnos. Así que los emprendedores sociales deben saber usar el poder de las redes en conjunción con el poder de la calle. El movimiento #15m es un buen ejemplo de que son dos canales que se refuerzan, con enormes sinergias, y que tenemos que aprender a mezclarlos en un coctel equilibrado.

La creación de espacios físicos para trabajar juntos ayuda, y mucho. No es imprescindible, que conste, pero facilita las cosas. Ahora bien, si nos ponemos a construir espacios de co-working o hubs de innovación social, tenemos que hacerlo bien. No son oficinas lo que buscamos, sino espacios-con-alma, lugares entrañables, con significado y energizantes; así que cuidado con convertir a las infraestructuras en un fin en sí mismas, o caer en el síndrome de la arquitectura del espectáculo, que no pega en absoluto con el espíritu del activismo social.

Por terminar, creo que si somos “social dreamers”, como quienes nos convocan hoy en Portugalete, no podemos pasarnos toda la vida “tapando huecos. Tenemos que cuestionarnos qué es lo que produce esos huecos, quiénes son los responsables, y ese diagnóstico tendría que tener algún reflejo en nuestra agenda como activistas de la innovación social.

Invito a que hagamos algo para cambiar las causas de fondo… y por eso quiero reivindicar la figura del emprendedor político, o si lo prefieres, la del emprendedor con conciencia política.

Amalio Rey

Amalio Rey
AmalioRey.com



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