BLOCKCHAIN

El eslabón que une la cadena de bloques y la cadena alimentaria

Tecnologías como el blockchain y la inteligencia artificial se convierten en armas de la lucha contra el desperdicio de comida, una problemática cuya responsabilidad es compartida entre consumidores y empresas, y que provoca que anualmente sea desechada la tercera parte de la producción mundial de alimentos.

José Muros | 13/05/2020 10:02
1.339 millones de kilos de  comida fueron tirados a la basura en los hogares españoles entre enero y diciembre de 2018. De esta cantidad, el 84% pasaba directamente de la nevera al contenedor sin haber llegado a ser cocinado. Son datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que trasladan a cifras una realidad que no es ajena a ningún país del mundo.

Se calcula que anualmente un tercio de los alimentos que son producidos en el mundo termina siendo desechado, por lo que la ONU ha decidido incluir la reducción del desperdicio como uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de su Agenda 2030. A tan solo una década de que finalice este plazo, los diferentes agentes de la industria alimentaria trabajan en la búsqueda de soluciones con las que llegar a tiempo de cumplir con los requisitos establecidos.

Aunque medidas como la Estrategia nacional “Más alimento, menos desperdicio” (2017-2020) hacen especial hincapié en la responsabilidad individual de los ciudadanos, la mayor parte de los desechos resultantes son achacables a la acción de empresas de la industria alimentaria, que desde hace unos años recurren a diferentes tecnologías con las que evitar tanto la sobreproducción como la gestión inadecuada de una producción que sí es la correcta.

El blockchain (cadena de bloques) es, a pesar de su relativa juventud, una de las herramientas que ha entrado a formar parte del día a día de la cadena alimentaria. A grandes rasgos, se trata de una base de datos en la que cada operación que se produce es verificada por todos y cada uno de los agentes que intervienen en dicha base de datos; una vez que se ha hecho esta comprobación, la operación queda registrada de manera transparente, y sin haber sido modificada en ningún momento. Esta “trazabilidad” permite que la información introducida en la “cadena” y relativa a un alimento, pueda ser seguida a lo largo de las diferentes fases de producción.

“Los clientes pueden ver que, por ejemplo, los arándanos de una caja fueron cultivados sin usar pesticidas en agosto de 2019 en California, envasados en una planta en Pensilvania y, posteriormente, transportados a una tienda de ultramarinos en Massachusetts, todo ello mientras se mantenían temperaturas óptimas”, asegura Guy Yehiav, director general de Zebra Analytics y vicepresidente de Zebra Technologies. “Esta mayor transparencia hace posible que los clientes tomen decisiones basadas en la calidad de los productos que compran, permitiéndoles conocer a fondo detalles de sostenibilidad”.

Esta transparencia saca a relucir un proceso habitualmente desconocido para los ciuadanos de a pie. Ahora, el acceso a estos datos, la capacidad del usuario de poder elegir entre productos de diferentes marcas, y la creciente preocupación medioambiental, le convierten en partícipes de la “calidad” de los alimentos que reciben.

“Si un camión no mantiene las temperaturas óptimas, a los comerciantes les resulta más difícil vender los productos que transporta, a diferencia de lo que ocurre con aquellos que se mantienen mucho más frescos. Por tanto, los minoristas que no reduzcan al mínimo las emisiones de carbono en sus procesos de fabricación, ni acaben con los desperdicios de alimentos, perderán el interés de los consumidores que exigen un mayor esfuerzo por la sostenibilidad”, vaticina Yehiav.

Junto con el blockchain entran en juego otras tecnologías como la robótica o la inteligencia artificial, muy presentes en la llamada “analítica prescriptiva”, que permite identificar anomalías en las distintas fases  del proceso, y recomendar medidas con las que corregirlas. El vicepresidente de Zebra Technologies menciona el ejemplo de un distribuidor de alimentos que registró un incremento en el número de huevos rotos que llegaban al destinatario; el prescriptivo fue el único análisis capaz de detectar que el embalaje utilizado no era el que correspondía al tamaño de esos huevos.

En este caso se trataba de huevos, pero podríamos hablar de carne, huevos, pescado, o de productos menos perecederos. La alianza entre innovación tecnológica y conciencia humana se erige como clave para remediar al desperdicio de alimentos y, por extensión, para reducir el impacto que este acaba teniendo sobre el ecosistema. 


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